«La importancia de [la obra de Alfredo R. Placencia], lo que la convierte en un signo de la cronología literaria de nuestro país, radica en la ejemplar irradiación de su fuerza poética; en la fibra mestiza que forma por primera vez, de modo auténtico, el canevá humano de un poeta; en el constante estado de comunión que guarda con la naturaleza moral que también es el primero en disecar íntegramente, y esto hace que su obra signifique no sólo un eslabón de la cadena, pero principalmente rica mina de posibilidades de poesía.

Es, al mismo tiempo, sin haber sido un precursor, el punto de enlace más evidente hasta ahora de nuestro romanticismo lírico, de quien hereda los temas y el temperamento, con el modernismo americano cuyas libertades toma. Nadie como él ha usado en México la lengua popular, la expresión directa, la máxima simplicidad aparente […], el módulo cristiano de la vida, unidos a la más grande complejidad interior, al sentido de la elegancia, al anhelo de libertad, de dominio y de amor.

El fin de un siglo que nada tiene que ver con lo europeo y la Revolución mueven sus elementos y los vuelven también el hombre y la verdad. Las pasiones encontradas y turbias de la época, amasadas con él, forman en sus versos precipitados hervorosos, vivas reacciones que en este espejo hallan su imagen.»

Alfonso Gutiérrez Hermosillo, 1931